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Ago 29

MISA MAYOR 2021

 

CON EL CORAZÓN INUNDADO DE AMOR

Por: Julia Meriodo.
Dieron las 12, hora que teníamos previsto subir a la Ermita ya que, este año por cuestiones de precaución del Covid, solamente podían entrar 52 personas y la gente subía tan pronto que, era raro encontrar un sitio libre. Porque,… lógicamente había que hacer lo que fuese posible, para poder ver a la Virgen.
Pero lo que, no podíamos imaginar era la sorpresa que nos había preparado la Madre. ¿Cómo dejar fuera del Banquete a alguno de sus hijos?
Los ojos no eran capaces de captar todo lo que estaban viendo, ni el corazón de percibir el amor que, todo ello desprendía. La Virgen que, nos había recibido en lo alto del retablo, durante todas las novenas, había salido a la calle para que todo pudiésemos estar cerca de ella.
El milagro estaba patente. Toda la junta de la Virgen, con un grupo de voluntarios, habían sido capaces de hacerlo realidad. Lo que habían conseguido, era difícil de plasmar por mucho que quisiera describirlo.
El recinto de la ermita se había convertido en un Templo, donde se albergaba la grandeza existente. En un círculo grande estaban ubicadas las sillas, todas dirigidas al frente donde se había instalado un altar bellamente engalanado. Su deslumbrante mantel, y sus preciosas flores daban esplendor al crucifijo y los cirios; y… allí presidiendo la ceremonia aparecía la Madre: nuestra Virgen de los Olmos, luciendo sus mejores galas. Las flores que la rodeaban eran tan deslumbrantes que, la embellecían -de manera especial- desprendiendo tal olor a Dios que, toda la estancia quedaba inundada de su fragancia.
Y, cómo no, todo arropado por Las Damas de Honor de la Virgen, el coro y el volteo de campanas que daban paso a la Santa Misa.
Pero hay algo muy significativo en ello. ¿Qué quería decirnos la Madre en tan singulares circunstancias? Yo creo que querría decirnos:
Aquí os estaba esperando, mis queridos hijos.
Quería, que todos os sentaseis en torno a mi mesa.
Quería, que disfrutaseis del sabor a Dios, como yo lo disfruté.
¡Venid! ¡Comed gratis! Porque mi Hijo es gratuidad.
Venid, vosotros, los que creéis que no sois dignos.
Venid… los que sentís hambre, pero ni siquiera sabéis de qué.
Venid los que os sentís sin fuerza para seguir caminando…
Venid… los que os sentís solos, despreciados, los que creéis que nadie se acuerda de vosotros.
Venid… los que os habéis alejado y no os atrevéis a volver…
Venid… vosotros todos… los que tenéis hambre y sed de Dios.
Pero no olvidéis que, sentaros la Mesa del Banquete, supone invertir la vida en favor de los demás.
Supone permitir a Dios que, sea Él el que determine la dirección de vuestra existencia.
Supone no guardaros el DON, sino bajar al pueblo o llegar a vuestro lugar de residencia para allí compartirlo.
Hay mucha gente herida, mucha gente pasando hambre, mucha gente… cansada, bloqueada, sufriendo… y ellos también son mis hijos, vuestros hermanos. Y, todos sabéis que, para una madre no hay hijos de primera ni de segunda… todos sois hijos; hijos muy queridos y esperados en mi corazón.
Por eso no os dé miedo, llenar el mundo de alegría. No os dé miedo vivir el riesgo de la fe. Esa fe que aminora el temor y aumenta nuestra confianza… esa fe que nos lleva a vivir la vida que conforta y satisface.
Y así con el corazón esponjado y lleno, terminó la grandiosa ceremonia.
Ahora solamente me queda hacer llegar mi agradecimiento a cuantos hicieron posible este regalo, gritando desde lo más hondo de mi corazón:
¡¡¡VIVA LA VIRGEN DE LOS OLMOS!!!

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