LA ERMITA
HISTORIA
LAS PRIMERAS NOTICIAS

Según nos cuenta Nicanor Fraile en su libro «Maranchón, mi pueblo», las referencias más antiguas a la Ermita de Ntra. Sra. de los Olmos, las encontramos indirectamente en una relación de vecinos de 1488, sobre la tierra del antiguo Ducado de Medinaceli contado por Juan de Atienza, y Juan de Guadalaxara, por mandato del Sr. Luis de la Cerda Duque de Medinaceli y conservada en el Archivo «Casa de Pilatos» de Sevilla. En la citada relación figura el nombre de un cabeza de familia, en este caso una mujer, a la que se nombra como «doña maría la santera», quien, seguramente, era la cuidadora de la ermita y casa contigua.

Unos años más tarde, en la Escrituras de fundación perpetua de la «capellanía de ánimas del purgatorio», erigida por el Concejo y vecinos de Maranchón el día 14 de Julio de 1524 -de la que se conservan en el Archivo Parroquial algunos folios sueltos-, aparecen varias citas de los años 1542, 1557, 1569, 1582 y 1592 con motivo de la señalización de linderos de las fincas colindantes a la Ermita, y en muchos párrafos se menciona a la Virgen o a su Ermita.

«De origen medieval, las capellanías tuvieron gran auge en España, Portugal y sus reinos en América durante los siglos XVI, XVII y XVIII. En esto tuvo mucho que ver la cultura del barroco que hizo énfasis en la muerte, el Purgatorio y la salvación del alma.
Fundamentalmente eran obras pías instauradas en la Iglesia católica, mediante las cuales el fundador, generalmente una persona acaudalada, dejaba en su testamento una cantidad de dinero que se ponía en renta, para que con las ganancias se pagara la realización de un número determinado de misas por la salvación de su alma.
».

LA FÁBRICA

Lamentablemente, el único libro que se conserva de nuestro santuario, aparte de los cuadernillos (10 folios de 1611 a 1619), es el que posee la iglesia -que servía al Obispado para su control- y que comprende entre 1753 a 1816.

Del conjunto de datos que nos proporcionan los asientos de las cuentas de 1611 a 1618, se puede deducir que, por entonces, en la ermita se llevaría a cabo una gran obra de reconstrucción y consolidación de su fábrica que se encontraría en pésimo estado (ciertas partes, incluso, a punto de derrumbarse, particularmente el pórtico de su fachada principal, el paredón de la espadaña y la tribuna).

«En 1612 se pagaron, entre otros, 80 reales de traer del pinar diez carretadas de madera para la obra del Portal…y otro portalillo». Así como «2.125 maravedises de cincuenta carretadas de piedra que se trajo para los arcos que se hacen en la iglesia…de Nuestra Señora de los Olmos…» cargados en las cuentas de 1618.
En el bienio 1613-1614 «se le descargan al mayordomo 240 reales que pagó a Joan de los Corrales a cuenta de la obra del Portal de Nuestra Señora».
En 1618, «se le reciben en cuenta 8.840 maravedises por otros tantos que por una carta de pago pareció haber pagado a Filip de los Corrales, carpintero, a cuenta de la obra del portal». Y otro abono posterior nos habla de «3.150 maravedises que pagó a Sebastián de Lagarma… de la obra del paredón y los materiales que gastó».
Por último, aún encontramos otros 2 reembolsos importantes en ese mismo trienio: a «Juan de la Vega, maestro de cantería, de 11.679 maravedises», y de «seis reales pagados a Joan de los Corrales por cuenta del maderamiento y carpintería de esta ermita.»

Felipe III – Monedas de 2 Maravedis. Año 1618.
Así eran las monedas con las que se pagaron las primeras obras documentadas referidas.

De los mandatos de los visitadores de turno, del volumen de los materiales utilizados y de la redacción de los asientos de pagos a los maestros durante las obras llevadas a cabo en esos años, podemos extraer algunos datos significativos que nos dan la pauta para determinar cómo sería, si no el santuario primitivo sí, al menos, la edificación durante los siglos XIV al XVI.

Parece ser que, a finales del siglo XVI la Ermita era un rústico edificio de mampostería de piedra y cal con planta de cruz latina. Su ubicación y orientación podrían ser las mismas que conserva en la actualidad, es decir, en medio de su «cortijo o finca» que en aquellos lejanos tiempos sería menos amplio. Hacia el Este, tendría un gran pórtico de columnas de piedra, sosteniendo la techumbre sobre arcos igualmente de piedra, que ocuparía el espacio en que está hoy la «nave de la Epístola» (la derecha) y al hostigo, un gran paredón de mampostería con un «portalillo» sobre el que se encaramaba la espadaña.

Al Nordeste, en la cabecera de la cruz, estaba el ábside del que sólo sabemos con certeza que tenía una ventana con vidriera o transparente, para dar luz al Altar Mayor y a la imagen de la Virgen. El ábside alojaba, igualmente, el presbiterio y la sacristía -como en la actualidad-.

La entrada al recinto y, por tanto, a la ermita se efectuaba desde el antiguo camino Real de Aragón, denominado posteriormente después de la construcción de la moderna carretera, «camino viejo de la Virgen», por un pasillo o vereda a campo a través, pues las eras de trillar tampoco existían. También se entraba por el viejo camino de Layna, que le lindaba por detrás.

En aquella época se registran ya, la casa del «ermitaño o santera», un cementerio y el pozo, el que como la propia casa estaba en la misma orilla del citado camino de Layna, pues en 1614 el visitador entre otras órdenes dicta:

…por cuanto hay un pozo cerca de la cerca y del camino pasajero que podría ser de muy grande daño y peligro, mando que se eche un brocal de piedra y que sea luego so pena de excomunión y al cura encargo lo haga…».

Entre el ábside, la cerca y la casa de la santera estaba el pequeño cementerio; cerrado con su puerta, y varios olmos plantados dentro de él; detalles éstos referenciados con cierta frecuencia en la documentación por los gastos que ocasionaban las reparaciones y talas. Con la construcción del nuevo paseo de subida a la Ermita dicho cementerio se convertiría en un molesto estorbo, y cuando se amplió el edificio con la adición de las naves laterales, los responsables meditarían la supresión de aquel viejo camposanto. Pero ello no debió tener lugar hasta después de 1855, de acuerdo con las fechas cinceladas en las lápidas de enterramiento que vemos incrustadas en la cerca y que serían trasladadas al convertirlo en zona libre o patio arbolado, pues coinciden, además, hacia la fecha de elevación de la torre campanera.

De la distribución interior de la iglesia, las noticias que llegan a nosotros son bastante menos explícitas. Aún con eso, Nicanor Fraile piensa que debía ser muy semejante a la reedificada en 1733, y así nos lo dan a entender con cierta claridad algunos párrafos de las cuentas, tanto de los libros de la Iglesia como en los de la propia Ermita.

El «santuario de la Patrona siempre fue capaz, de dimensiones regulares, mas no pequeñas».

Las órdenes del provisor que efectúo la visita de 1614 se suceden de la siguiente manera:

«Otrosí, que se gaste el yeso que está debajo de la tribuna en la pared que está desollada debajo de la tribuna… Asimismo, se revoque la pared de la tribuna. Por la parte de afuera y lo haga el mismo oficial que ha comenzado lo demás». «Y se aderece la ventana y se revoque la pared donde está la campana que es la del ostigo».

Más tarde, en 1702, según consta en el tercer libro de la iglesia, ésta le dio un «empréstito de trigo y dinero… para la obra de la bóveda y transparente de dicha ermita». Y en la visita de 1716 su merced ordena «…se haga una vidriera en la capilla» y también que se «compongan las paredes del transparente y estribo por la parte de adentro y afuera». De ello entendemos que el ábside podría estar abovedado y tenía trasparente con vidriera para adornar el fondo y dar paso a la luz que iluminaba el retablo de la Virgen, y quizás, dispusiera ya de linterna en el crucero o de una media naranja similar a la cúpula actual. Igualmente deducimos que el pie de la nave contaba tribuna o coro alto.

Por otro lado, y a pesar de sus buenos ingresos, con ocasión de estas obras la ermita tuvo que pedir dinero prestado a otras instituciones locales, operaciones muy habituales por lo que se desprende de los libros de todas ellas. La restitución de los capitales prestados se realizaba a larguísimo plazo, e incluso se solía hacer constar, a veces, «a devolver cuando pueda». El año 1630, en el libro del Santo Hospital, hay un cargo de «200 reales que cobro al mayordomo de Ntra. Sra. de los Olmos como parte de 500 que tenía prestados a dicha ermita».

SU ORNATO

Lamentablemente, el único libro que se conserva de nuestro santuario, aparte de los cuadernillos (10 folios de 1611 a 1619), es el que posee la iglesia -que servía al Obispado para su control- y que comprende entre 1753 a 1816.

Del conjunto de datos que nos proporcionan los asientos de las cuentas de 1611 a 1618, se puede deducir que, por entonces, en la ermita se llevaría a cabo una gran obra de reconstrucción y consolidación de su fábrica que se encontraría en pésimo estado (ciertas partes, incluso, a punto de derrumbarse, particularmente el pórtico de su fachada principal, el paredón de la espadaña y la tribuna).

REFERENCIAS:

1488: Relación de de vecinos del año 1488, sobre la tierra del
antiguo Ducado de Medinaceli. (Archivo «Casa de Pilatos» Sevilla).
1524: Escritura de fundación perpetua de la «capellanía de Ánimas del Purgatorio», erigida por el Consejo y vecinos de Marranchón el día 14 de julio de 1524. Algunos folios sueltos de aquella fundación (Archivo Parroquial).
1611/1619: «Cuadernillo de 10 folios» conteniendo las visitas y cuentas de la Ermita entre los años 1611 y 1619. (Archivo Parroquial).
Para datos posteriores a las fechas anteriores, Nicanor Fraile hace referencia a diversos manuscritos «que nos documentan, sin interrupción de datos, los hechos más importantes de nuestro primer santuario». (Archivo Parroquial).
1733: Nicanor hace referencia a los «libros tercero y cuarto de fábrica de la iglesia».
1753-1816: Especialmente en el «último libro de fabrica» y control de cuentas de la propia Ermita, que comprende datos desde 1753 hasta 1816. (Archivo Parroquial).