LA VIRGEN
LA IMAGEN
ORIGEN

El único vestigio que parece haberse conservado del antiguo santuario a través de los siglos, aunque con las modificaciones derivadas de las modas de cada época, ha sido la propia imagen de la patrona.

Su traza románica queda hoy oculta bajo las restauraciones de que ha sido objeto en el curso de los tiempos y su barroca vestimenta. Pese a los grandes vacíos de tiempo, no obstante, los datos extraídos de las actas levantadas por los visitadores del Obispado, nos permiten seguir algunos pasos e historiar a grandes rasgos la pequeña estatua de nuestra Virgen.

Aunque catalogada en  la literatura regional como pieza perteneciente al románico rural, nuestra patrona apenas se podría identificar con rigurosa seguridad a ningún siglo o estilo concreto, pues lo que queda de su talla, lo que llamamos «su imagen» carece ya de los rasgos de conjunto que pudieran revelar su adscripción a los primeros siglos de nuestro milenio, si no fuera por las noticias históricas que poseemos de ella.

En principio, por las recomendaciones dadas en 1611 sobre los trabajos de restauración del retablo de su altar, podemos conocer y hacernos una representación un tanto clara del estilo, tipo de capilla y entorno en los que pudiera ser venerada su figura. En 1696, se hace para la antigua capilla un nuevo retablo -el actual- con profundo y amplio templete para alojar a Nuestra Señora, tal y como provenía de los tiempos que le daba luz por el fondo.
Es precisamente dos décadas más tarde, en el año 1716, cuando la imagen física de la patrona sale a la luz, y ello tiene lugar con motivo de que e1 señor Provisor en una de sus recomendaciones manda:

«se pinte el trono de Vuestra Señora; se haga una vidriera en la capilla; se compongan las paredes del transparente…»

Con estos escasos pero representativos y gráficos datos intuimos a la Virgen Madre sentada en «su trono», exenta, hierática y en madera policromada, como la solían tallar y dorar los imagineros de los siglos XII y XIII, presentando sobre sus rodillas o en el regazo al Niño Jesús bendiciendo a su pueblo con la mano derecha. Sin embargo, no tenemos datos históricos que nos permitan afirmar con certeza que la imagen pudieran datar de 1114, fecha de su presunta aparición.

Virgen de Estíbaliz (Àlava).
Ejemplo de talla románica en madera policromada que representa a la Virgen María como Sedes Sapientiae (trono de sabiduría) de Jesús. Su origen se remonta a finales del siglo XII o principios del XIII.
Su imagen nos puede ayudar a hacernos una idea del aspecto inicial que podría haber tenido nuestra Virgen.

Desde principios del siglo XVIII, las referencias a su figura y también, aunque más raramente, a la del Niño, ya son más frecuentes en los documentos casi siempre con motivo de adornarlas con algún costoso presente -tristes presagios de las futuras transformaciones para adaptarlas a los nuevos hábitos que se van introduciendo en la iconografía  mariana-.

TALLA

Con respecto a la efigie de la patrona, de algunas de sus actas obtenemos información muy sustanciosa que responde a los cambios que sufrió hasta convenirse en lo que se ha dado en llamar «virgen de vestir».

«…de proporciones más bien modestas, está tallada en sabina, dado el olor y color característicos de esta madera. Originalmente parecía haber estado representada en posición sedente, con el Niño sobre las rodillas; que por la espalda o detrás, era plana; que estuvo debidamente policromada y dorada y, finalmente, que el Niño con el fin de que la talla se pudiera vestir al nuevo estilo, debió de ser separado del regazo de la Virgen Madre y colocado sobre el hombro o brazo derecho de ella. »

En 1716 la imagen aún poseía su trono pintado, y era exenta, sin influencias extrañas que pudieran desvirtuar su autenticidad cubriendo su rústica y modesta talla con vestidos de lujosos bordados ni de coronas de metales preciosos.

También tenemos noticias por el cuarto libro de fábrica de la iglesia, a través de una observación que hace el visitador en el año 1748 y que, a juicio de Nicanor Fraile representa el inicio de su pronta transformación al nuevo concepto de belleza de las vírgenes. En este documento se dice: «Por cuanto Nuestra Señora de los Olmos se halla sin Rostrillo, ni corona de plata y la que tiene es antigua y poco decente que no se le puede poner, manda su Merced se trueque por otra decente, y la del Niño, y se haga de nuevo con toda decencia a voluntad y arbitrio del cura actual.»

Apenas transcurridos diez años -en 1759-, ya se encuentra un cargo del mayordomo en el que consta: «…26 reales que tuvo de coste un rostrillo -rostriño dice- para Nuestra Señora». Y en la visita de 1765 otro provisor ordena «…se compre una corona a Nuestra Señora por ser la que tiene de cartón, con que está indecente.» En relación a la corona se encuentra un asiento que dice: « …1.730 reales que costó la corona de plata de Nuestra Señora…». Al parecer, para el Niño no hubo nada. No obtante, las compras prosiguen, pues en 1777 hay una partida de «1.050 reales que ha pagado por el vestido de Nuestra Señora, de tela de plata y oro y galón fino y hechuras…».

Detalle – Grabado de la V. de los Olmos.
En él podemos ver el rostrillo, adorno alrededor de la cara, que la imagen tuviera. No tenemos certeza del momento en que se decidiera prescindir de él.

Por último, en un acta de gastos de los años 1785-1786 se ve ya como concluida la transformación de la antigua y tosca talla en la moderna virgen que hemos conocido siempre a través de las estampas o en su altar. Dicha acta está redactada como sigue: «El hacer una mesa de altar para Nuestra Señora y dorar un pabellón, puertas y adorno para delante de él, y un tronco de serafines dorados, y una cenefa para dicha Señora: 3.833 reales».

Para entender esta transformación hay que tener en cuenta que, durante el siglo XVIII, ésta fue una práctica habitual. Muchas imágenes fueron modificadas/mutiladas y la mayoría fueron descabaladas e incluso relegadas a cuartos trasteros y vendidas más tarde a coleccionistas o curiosos, por lo que con el tiempo han llegado a perderse totalmente.

En el caso de nuestra patrona, ante la imposibilidad de colgarle los atuendos innovadores, se optó por rodear su figura de un pequeño armazón o bastidor de madera claveteado a la talla, cubriéndolo con un paño morado sobre el que se colocan los ricos vestidos de rigor de acuerdo con la importancia de las festividades a celebrar en su honor. Por fortuna, aquella decisión fue más afortunada que la de sustituirla por otra virgen de último cuna.

En una primera época, los mantos debían llegar solamente hasta la pequeña repisa que forma al «tronco de serafines», es decir, hasta el árbol; pero más tarde, ya en el siglo XX, el atuendo se empezó a confeccionar para cubrir enteramente tanto el cuerpo de la Virgen como el árbol y serafines.

Como consideración final destacar que en el pasado, una fugaz mirada a través de su extraño envoltorio nos desveló que la talla -apenas visible- aún conserva parte de su viejo dorado y policromía.

Por último, en 1983, la Virgen fue sometida a un serio tratamiento anticarcoma y una nueva obra de restauración y embellecimiento fue llevado a cabo por expertos imagineros de Horche  (Artesano Martínez) afectando en esta ocasión a retoques en el rostro, manos y parte posterior de la cabeza y, en menor medida, al bastidor exterior sostenedor de la moderna vestimenta.


Parte de los datos mencionados en esta web, son extractos del libro «Maranchón (mi pueblo)», escrito por Nicanor Fraile García en 1991, magnífica fuente de datos para conocimiento de la historia de nuestro pueblo.

Tomamos como referencia también escritos de Jose Ramón López de los Mozos, escritor, historiador y etnógrafo nacido en Maranchón que fue Cronista oficial de la Villa.
Corona del Niño.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve.- SALVE
A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora abogada Nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos.- SALVE
Y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, Oh piadosa, Oh dulce Virgen María!- SALVE
Ruega por nos, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo. Amén, Jesús.- SALVE